En el artículo de esta tarde voy a hablar sobre un chico que conocí en Lourdes (Francia) la semana pasada y que la verdad que me enseñó muchísimo. A todos aquellos que me seguís en Facebook ya os adelante que algún día escribiría sobre esta historia y bueno, ha llegado el día.
Como ya sabéis algunos, el fin de semana pasado tuve la posibilidad de ir a Francia ayudar a aquellos que más lo necesitan. La verdad es que es una experiencia increíble y que si puedo no dudaré en repetir tantas veces como sea posible. Hice muchas cosas pero la verdad que si tengo que destacar una, fue esa tarde que pasé con Alex. Un niño de nueve años que tan sólo tenía medio corazón.
Nuestro encuentro ocurrió por casualidad, estaba volviendo con Jorge Ugalde cuando de repente sus abuelos me pidieron a ver si le podía llevar a su nieto. Sin pensármelo dos veces dije que si sin embargo, no sabía que este chico tenía ningún problema ni que me iba enseñar tanto como me acabo enseñando. No iba solo yo con él, también iba una chica de un año más que yo que me pareció una tía increíble. para aquellos que no lo sepáis los camilleros que es como nos llaman a algunos de los de los voluntarios tenemos que en una especie de sillas de ruedas llevar a los enfermos a donde ellos nos dicen, o a la misa, o al lugar en el que haya algún evento. Esa tarde había una especie de misa en una iglesia subterránea a unos 10 minutos de donde se alojaban los enfermos que era también el punto de partida de todas nuestras rutas. Una vez Alex se montó en el carro le empezamos A llevar con el resto de los niños. Alex no aparentaba ninguna discapacidad física hablaba, reía e incluso sabía más que yo de muchas cosas. Una vez llegamos a la iglesia la abuela me dijo que por favor cuando pasase el sacerdote con la forma hiciese que Alex se santiguase. Después de decirme esto se volvió con su marido al banco en el que se habían sentado nada más llegar.
Os estaréis pensando que qué tiene de especial esto que os estoy contando. Muy simple, esa sonrisa que no se le borraba de la cara a nuestro pequeño amigo ni tampoco a su familia a pesar del serio problema que tiene.
Una de las cosas que más recuerdo es que el carro se dirige con una especie de palanca que se puede mover hacia adelante y hacia detrás del modo que la puede conducir el que está sentado O el camillero que le lleva. En teoría sólo pueden dirigir el carro los camilleros pero con Alex hicimos una excepción. Le dejamos la palanca y él era quien dirigía. Le dijimos que si la levantaba el carro se frenaba y que si la bajaba por el contrario aceleraría. No podré olvidar en mucho tiempo la cara de velocidad, de concentración pero sobre todo esa sonrisa de oreja a oreja que no se le borró en toda la tarde.
Es increíble, pero es cierto aquellos que más problemas tienen son los que al fin y al cabo son más felices. Manda narices.