Viernes de dolores. Ha llegado ese día. Momento de reencuentros. Momento de nervios. ¿Me entrara el hábito? Los zapatos… ¿Dónde los he dejado? ¿Y los guantes? Corres a la sede. Misma hora de años anteriores y como siempre, llegas tarde. La gente te mira por la calle y es que llevas en una bolsa un cono extraño. Cono al que nosotros, los cofrades llamamos capirote. Cono que nos convierte a todos en iguales.
Llegas a la sede. Ves a Pablo, a Álvaro, Helena y todos con los que año a año compartes esta semana. Como cada año hay gente nueva. Poco a poco buscas entre ellos a los que son de tu edad. Hablas con ellos. Y es que si estás ahí es porque quieres. Porque compartes una misma fe. Te vistes, como siempre corriendo bajas a la iglesia. Dicen unas palabras, coges el farol, la vela o la cruz. Lo que te toque llevar cada día.
Sales a la calle, la madre que busca al niño, El Niño que busca a su madre. El padre que encuentra a la hija. Te bajas el capirote. Esto ya está a punto de empezar. Te colocas en la fila, ultimas los detalles. Te atas la cuerda de la que colgaras el farol. Compruebas que la vela tiene mecha. Buscas a tus amigos para ponerte cerca y oyes el primer redoble del año. Pelos de punta. Esto ha empezado.
Caminas por las calles de Bilbao. Vas mirando a los que año tras año abarrotan las calles. El Niño pequeño que tiene miedo. El que juega con su tambor de juguete. El que habla con sus padres sobre qué banda toca mejor. La anciana que se santigua al ver pasar la cruz. El hombre al que le brillan los ojos de la emoción. Van pasando las horas. Se empiezan a juntar el hambre con el cansancio y a ellos se les une el sueño. Mezcla explosiva.
Acaba la procesión. Vuelves a la sede. Suena la Marcha Real. Ves al estandarte pasar. Estandarte al que de niño acompañabas y que probablemente en unos años lleves. Aplausos de los espectadores. Te quitas el capirote. Te echan la bronca por quitártelo antes de entrar a la sede. Tienes la marca de la goma perfectamente dibujada en la frente. Pelos de loco, ganas de ir al baño y cansancio. Mucho cansancio.
Dejas la vela, suerte si no te toca subir a dejar un farol. Oyes cómo caen algunas. Sabes que esas son las que al día siguiente no tendrán mecha o gotearán. Habrá que estar más atento.
Día tras día, año tras año. Una semana especial. Momentos irrepetibles e inolvidables. Momentos que te marcan.