Personas. 

Tumbarte en la cama, ponerte una canción y dejar que tu mente empiece a fluir. Acabas llorando; de tristeza, de alegría o de las dos. Echas de menos a alguien, te acuerdas de los que ya no están y de lo que darías por pasar un instante con ellos. Las lágrimas siguen empañando tu mirada. Tus mejillas cada vez más húmedas. 
¿Abuelo, estás ahí? Te necesito. Necesito tus consejos. Volver a fundirnos en un abrazo infinito como cuando todo se acababa. Abrazarte y no soltarte como tú hacías conmigo. Volver a aprender a andar en bici y ver las escabadoras para acabar la tarde con un helado. Volver a acompañarme a clases de natación. 

Separados por un cristal. Un cristal que parecía enorme. Dos mundos distintos. En un lado, el frío de la piscina, en otro, ahí estabais los dos. La abuela, con su pelo blanco mirándome y saludándome y tú, como siempre dándome ánimos. 

Programa tu trabajo y trabaja tu programa me decías. Silencio, genio trabajando decía un cartel que tenias en tu despacho. Regalo que recibiste de alguien que te apreciaba. ¿Como no iban a apreciarte? Abuelo, tú fuiste capaz de aprender alemán con un diccionario. No conozco a nadie que haya sido capaz de ser ni la mitad de increíble que tú has sido. Enseñarme los efectos de la gravedad cuando yo aún no sabia ni sumar. 

Abuelo, ahora no estás aquí. Sin embargo yo sé que me sigues cuidando. Me vigilas desde ahí arriba y me llevas por el buen camino. Tú me viste crecer y yo te vi envejecer. El saber en un punto importante de un partido o ante un examen complicado que me apoyas. Que estás de mi lado. Pedirte ayuda y acabar ganado. 

Porque seguimos siendo un equipo, un equipo que nunca se va a separar. Que estás en otro sitio pero eso es lo de menos. Yo sé que sigues aquí. Y que siempre vas a estar. 

«Las cosas más bonitas de esta vida son las que se acaban.» 

Deja un comentario