Y te pones a caminar. Paso a paso te vas alejando, las canciones van sonando, y con ellas los recuerdos recorren tu mente. Las lágrimas empiezan a deslizarse por tus mejillas. Prometiste ser fuerte y lo fuiste. Pero flaqueaste.
Y como siempre, vas a la playa. Paseos interminables por la arena. Sientes como tus pies se sumergen en el agua. Agua que al principio parecía helada y que ahora sin embargo te llama a bañarte. Pero sigues caminando, sigues avanzando, igual que en la vida. Brazada tras brazada. Pedalada tras pedalada o raquetazo tras raquetazo.
Recuerdas cuando entraste en el vestuario y encontraste tus zapatos llenos pegamento. Recuerdas cuando te montaste en el avión para ir a Inglaterra por primera vez o como vomitabas mientras hacías físico en Oxford. Entras al supermercado en Estados Unidos y compras galletas oreo. La caja de puros al profesor que se iba del colegio. La chica a la que no besaste y debías haber besado y las oportunidades que perdiste pensando en qué pasaría en lugar de hacerlo.
Los trenes que no cogiste por miedo a no llegar al destino y los lugares que conociste gracias a que cerraste los ojos y te lanzaste a la aventura.
Así que desde hoy grito al cielo que nunca más. Y aunque suene a lema de los 2000 prometo hacerlo el lema de mi vida.
Nunca más desperdiciare una oportunidad por miedo a lo que pueda suceder o por lo que puedan pensar de mi. Nunca más haré algo por agradar a todo el mundo sin agradarme a mi mismo. Nunca más fallare a mis principios y por mucho que me equivoque, serán mis errores. Y ninguno será en vano.