20. Qué número. Creía que sería mi año. Realmente, cada año lo creo, pero este lo pensaba un poco más. Como diría Jorge Ponce: “Piensa alto, y verás la hostia que te pegas”. Estos 366 días son la clara prueba de ello.
Todo empezó fenomenal, copiar mal un número del enunciado en el último examen final de 2º de carrera iba a significar decir adiós a un viaje a Londres, a subir mi media, y saludar a la recuperación.
Sin embargo, lo peor del día estaba aún por llegar. Ese día me enteré de la enfermedad de mi madre. Fue entonces cuando en cierto modo todo empezó a desmoronarse, más por miedo que por otra cosa. Y joder mamá, no sé cómo lo haces, pero cuando todo parece hundirse siempre consigues sacarnos a flote a los demás.
Pocos días después empezaría la que sería la aventura de mi vida. Ya lo sabéis todos, UC Berkeley. Sí, yo, este inútil que a penas sabe poner tildes y que es todo un desastre poniendo comas, el que suspende por copiar mal del enunciado o el que lleva sin conseguir meter tres saques seguidos por mucho que entrene como cuatro días a la semana desde hace mil años. Pero sí, ahí me embarqué, sólo, listo para cruzar un océano y para conquistar la quinta mejor universidad del mundo. Enfundado con mi sudadera de Stay Positive y una sonrisa mezcla de miedo, agobio y ganas que me llegaba de una oreja a la otra.
No sabía lo que me iba a encontrar, pero lo que me encontré fue mucho mejor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar. Me encontré a mí mismo. Encontré la libertad y encontré a familia. Encontré a Inés, a Magui, a Carla, a Fio, a María, a Lorea, a Grace, a May, a mi crew de chinos y a muchas personas que me hicieron crecer como no había crecido en mi vida.
Volví en el punto más álgido en el que he estado nunca y todo se apagó. Se apagó Inés, y con ella una gran parte de mí. Recuerdo perfectamente que me lo dijeron al salir de entrenar. Me acuerdo de coger el coche, de irme a conducir sólo, y a llorar. A llorar a mares para sacar con mis lágrimas todo lo que no conseguía entender. Todo lo que todavía no consigo entender. Sirva este texto como nuevo homenaje a ti, Inés.
Llevaba tres meses y ya había vivido tres de los momentos de más emociones de mi vida, y joder lo que me quedaba por vivir…
El semestre se presentaba más o menos bien, mi madre iba mejorando y con ella, todos. Llegaron los exámenes finales y aunque nadie lo creía, tal vez ni siquiera yo, libré todas las asignaturas relativamente bien. Decidimos darnos un homenaje y descubrir Florencia. En ese viaje volví a aprender, a crecer, a reír y a disfrutar como hacía mucho que no conseguía. Probablemente desde Berkeley.
Tres días más tarde acabé viendo al Athletic eliminar al Barcelona y clasificarse para la semifinal de la copa del Rey. Si eso parecía imposible, imaginaos lo que tuvo que ocurrir para que os diga que fue lo menos random de la noche. Me encontré con mi primo, y mientras hablábamos se nos acercaron un grupo de estudiantes americanos que decían conocerme. Resulta que Grace, les había hablado de mí. Imaginaos la escena. Pozas lleno de gente, y de repente, en el bar de al lado aparecen, por arte de magia, destino o casualidad unas amigas de alguien a quien conozco pero que vive a un océano de distancia.
No mucho después empezaría el 2020, trayendo consigo una posible tercera guerra mundial, los rumores de la muerte de Kim Jong – Un y una pandemia mundial que nos tendría encerrados en nuestras casas durante más de dos meses, la universidad online y otro adiós.
Adiós por el que lloro cada maldito día. Probablemente, junto con Inés el adiós más duro que jamás he tenido que decir. Supongo, que no haber podido decirlo por ni siquiera saber que iba a ocurrir no ha ayudado, y que estar encerrado en casa sin poder correr, gritar o soltar todo aquello que llevaba, y sigo llevando dentro, tampoco. Esto también va por ti padrino. Te prometo seguir creciendo, y seguir consiguiendo todo aquello que te dije que conseguiría.
Ahora, en mi 21 cumpleaños, habiendo hecho el mejor semestre (académicamente) de mi vida, habiendo sufrido como nunca, habiendo estudiado como no recuerdo, y habiendo aprendido mucho más de lo que ni siquiera podría imaginar escribo estas líneas más o menos listo para todo lo que tenga que venir.
No creo que sea peor, pero si lo es, espero, por lo menos, estar rodeado de la misma gente que hoy me rodea.
Nos vemos pronto, familia.


